miércoles, 18 de febrero de 2009

El huevo frito


Vieja friendo huevos, de Velázquez (1618)

El huevo. Exquisito manjar, digno de los paladares más selectos de la clase popular. La sartén. Magnífico utensilio valido por las más reputadas y dengosas amas de casa: Cleopatra, Elsa Pataki, Belén Esteban... Unidos gastronomía selecta y tecnología punta obtenemos, de la mano de los mejores cocineros del mundo, y especialmente de la de aquellos a los que comúnmente identificamos y evocamos con la gracia de Mamá, esta exquisita combinación entre precisión y estilo: el huevo frito.
Nunca nada ha saciado mejor ni con más premura la avidez de un trabajador hastiado, de un niño desesperado, de un convidado imprevisto, que este magnífico plato. Anexado a patatas fritas, pan o, simplemente, un toque de sal, los interrogantes sobre esta enigmática vianda atraviesan constantemente las mentes de los más privilegiados, quienes tratan de descubrir la procedencia de ese mecanismo natural que provoca el deleite extremo, sensorial, incluso sensual, en la ingestión y degustación del huevo frito, quienes intentan revelar dichas incógnitas a cualquier precio. En el año 1870, en Valencia, un caballero burgués consumió durante una semana una docena de huevos por día, lo que le llevó a consumir la espantosa cifra de ¡84 huevos en menos de siete días! Con los médicos rodeándole y su mujer acusándolo, durante su posterior estancia en el lecho de la que nunca logró recuperarse, un escritor amigo de este ciudadano le preguntó la razón de su alocada empresa, a lo que él contestó la frase que ha perdurado durante largo tiempo: “Cuando seas padre, comerás huevos”.
A pesar de todo ello, los científicos han logrado extraer algunas de las claves del éxito de este manjar. Su textura semilíquida, plasmática, permite que la sabrosa estructura se funda a través de toda la boca, adentrándose en todas las papilas gustativas, permitiendo al degustador descubrir cada detalle como si nunca lo hubiera hecho antes. Y todo ello a pesar de la aparente sencillez de su sabor; esa misma sencillez que nos atrae como moscas a la miel; esa misma sencillez que permite una fácil descomposición en la boca, y deja que pase de forma clara y rápida a través del cuello, provocando sensaciones nuevamente extáticas; esa sencillez que hace las delicias de padres e hijos, hombres y mujeres, blancos y negros. Esa sencillez, definitivamente, exquisita.
No vamos a ponernos ahora a escribir un ensayo científico sobre las propiedades nutricionales del huevo, y no cabe duda de que si algo está bueno, definitivamente ES bueno (a excepción de un gran número de alimentos procesados). No obstante, es de notar la cualidad principal en este sentido para permitir a los adeptos tener una razón más para seguir unidos a este yantar, y dar a los opositores de la cultura del huevo frito una respuesta útil que pueda hacerles cambiar de opinión. Las proteínas que contiene, de fácil asimilación, son perfectas para el desarrollo muscular, y esto lo demuestra la dieta a base de huevos que consume el nadador olímpico Michael Phelps. Su digestión, una de las más rápidas en la alimentación, permite una puesta a punto rápida y agradable.
El huevo frito... ¿cuántas veces no hemos llegado a casa deseando que fuera ese el plato principal? ¿Cuántas no hemos deseado oír su chisporroteo en la sartén, ver los ríos de aceite que corren sobre su atractivo y casi etéreo cuerpo una vez cuajada su masa? Los secretos del placer del huevo frito han sido integrados en una gran cantidad de culturas, y, a pesar de que la española es la fundamental, pertenece al menú del desayuno inglés como insignia, junto a la panceta. Otros países lo han escogido para deleitarse en sus propios inventos, y podemos inhalar su aroma cuando nos disponemos a comer un arroz al estilo cubano o una pizza italiana. No cabe duda de que este portento excelso de la cultura, la gastronomía, el diseño, la sencillez y la inteligencia divina se merece un reconocimiento o, por lo menos, un lugar en el plato, al lado de las patatas pochas de la abuela y los pimientos verdes fritos, luchando con el lomo por un puesto en nuestro estómago.

Misael F. García

1 comentario:

  1. ¡Wow!
    Sin palabras. ¡Es un escrito buenísimo!
    Desde luego, difícil de decantarse hacia otro nominado.
    ¿Sabes que va a ganar este, no?
    jeje Me ha gustado mucho.
    ¡Los demás lo tienen complicado!
    A ver cómo se desarrollan...
    ¡Saludos!

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